
El resto de ciudadanos vivía de espaldas al gueto, que nunca pisaríamos, que alimentaba nuestros miedos, y del que sólo teníamos noticia por hechos desgraciados. A diferencia de las banlieues francesas habitadas por africanos, nuestra población marginal era autóctona, principalmente gitanos a los que despreciábamos y temíamos.
Y en esto llegó la inmigración. Miles de trabajadores, sobre todo africanos, que acaban viviendo en los mismos guetos que sólo han cambiado a peor: mayor hacinamiento, y menos recursos a repartir entre más, lo que tensa la convivencia. Pero seguimos mirando para otro lado, hasta que estalla un episodio violento.
¿De qué nos sorprendemos? La violencia engendra violencia, y todo en la vida de estos desgraciados es violento: las condiciones de trabajo y alojamiento, el abandono, la persecución, la humillación. ¿Hay algo más violento que vivir en un “piso patera”? Pero claro, ya nos habíamos acostumbrado a nuestros marginados de siempre, los gitanos, y ahora llegan estos nuevos que nos dan más miedo.
09.Septiembre.08 x Isaac Rosa (Público)
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