Hoy todo debate sobre la cultura en Andalucía pasa por el cuestionamiento crítico o aceptación tácita del esquema de cultura para el consumo de masas en la aldea global del capitalismo, donde se tiene un único modelo que se está intentando homogeneizar a escala planetaria. Este proyecto de cultura imperial es reconocible en una serie de visibles firmas comerciales víricas que son los proveedores de todas las manifestaciones de cultura universal en ciudades tan dispares geográficamente como Lima, Sevilla, Tokyo, Baku o Delhi. Estamos refiriéndonos tanto al cine, ropa, alimentos, música o cualquier tipo de cultura donde los seres humanos puedan sostener sus vidas. Este tipo de conglomerado de firmas aspira a solucionar el problema de lo que ellos llaman ocio, en vez de liberar en un sentido real el tiempo que se considera en la práctica libre.
Por desgracia muchos “ciudadanos del mundo” para justificar su miope oposición al nacionalismo reivindican una cultura mundial, que de existir estaría más cerca de estas firmas internacionales que del reconocimiento de los derechos humanos, porque la cultura es un derecho humano. No hay una cultura mundial aunque haya una serie de corporaciones internacionales mercantiles terroristas que estén reclamando esta y la defensa de la cultura propia es la que en realidad va a aportar diversidad, enriquecimiento y heterogeneidad. Si hacemos un análisis de todas las contradicciones que están en juego en la realidad cultural andaluza veremos que el subdesarrollo absorbe toda dimensión humana y es el caldo de cultivo ideal para que el modelo de cultura mercantilizada del capitalismo pueda sostenerse y atacar las tendencias socioculturales rebeldes mitigando su efecto subversivo.
No toda cultura popular de un pueblo oprimido es positiva de por sí por lo que nosotros únicamente podemos reclamar, reivindicar y desarrollar los aspectos más revolucionarios, dejando de lado algunos aspectos étnicos, ceremoniales o religiosos que son ultra reaccionarios. El despertar de la feudalidad, tradiciones oscurantistas u añejos opios del pueblo en respuesta al modelo cultural que ofrece este mundo-mercado no puede ser aceptado sin más. Tampoco hay que reproducir el esquema clásico de la cultura por el cual unos la producen activamente y otros la reciben pasivamente. En el viejo teatro italiano se ve esto con total claridad con el artista que se sitúa arriba y el espectador abajo. En Andalucía tenemos una capacidad creativa e imaginativa poderosa que todavía no se ha desplegado del todo, por esto mismo creo que nosotros nos encontramos en una posición de mostrar la verdad andaluza de una manera novedosa, sutil y vanguardista sin idilios nocivos con las religiones.
Hoy se está intentando sugerir un arte postmoderno, que ama la funda de las palabras y les saca brillo con mucha ansiedad. Nosotros caminamos ahora con esos zapatos del subdesarrollo andaluz que parecen bien lustrados en la apariencia. Para el nacionalismo andaluz las formas son ciertamente atractivas pero somos conscientes de que hemos de profundizar para llegar a capturar las esencias que se esconden detrás de la fachada, de lo puramente superficial. El modelo de cultura global no está interesado en construir un espacio desde el cual apoyar los proyectos culturales que nazcan aquí y que pretendan aportar debates e ideas a la dialéctica del pensamiento andaluz. La mercantilidad o no de esas manifestaciones culturales son las que van medir el grado de apoyo institucional y estructural que van a recibir. ¿Qué futuro puede tener hoy entonces la poesía andaluza en la sociedad si nos atenemos únicamente al factor generador de utilidad mercantil? Hay expresiones culturales que están condenadas a desaparecer en la economía de mercado o en su mejor opción a sobrevivir con un par de poetas inofensivos y dóciles subvencionados por la administración.
Los nacionalistas andaluces creemos fehacientemente que es necesario dejar de girar como una peonza y es hora de despertar debates que beneficien realmente a la gente y nos hagan avanzar en la historia de una manera positiva. Hay muchas telarañas en la mente de los vivos y la cultura no libera por si sola pero ayuda a despertar las conciencias dormidas que hay en nuestro país. El capitalismo es la nueva droga que tiene sedada a la mayoría de la población pero yo no tengo la menor duda de que Andalucía es la bella durmiente del cuento que va a despertar pronto. La independencia la vamos a construir día a día liberando aspectos de la cultura no de matices ni de texturas sino de alienaciones.
La falta de infraestructuras culturales aquí es una asignatura pendiente incuestionable, por lo que hay que trabajar de firme para que la gente con inquietudes culturales pueda tener un altavoz y desarrollar sus sueños con la mayor amplitud, libertad y crítica posible. Es una deuda pendiente que hay que asumir sin vergüenza y con mucha valentía. Otras zonas del Estado español tienen una base de infraestructuras estables con las que comenzar a trabajar pero en Andalucía no tenemos a penas ni locales, publicaciones, salas de conciertos, discográficas, editoriales, festivales ni productoras de cine que realmente estén interesadas en un despertar cultural de Andalucía. ¿Queremos realmente un renacimiento cultural superior a lo que supuso Al Andalus para su época o queremos sobrevivir al mercado con la miseria moral presente?
Nuestro análisis ha de partir de que hay obstáculos que han puesto delante de nosotros para que la cultura andaluza no se desarrolle y trascienda a la gente. Lo podemos llamar alienación pero esta reviste mucha opacidad que evita la claridad. Ahora la cultura andaluza está atada de pies y manos al subdesarrollo, quizás nosotros podamos aportar nuestro granito de arena para que se vuelva un vehículo vivo que realmente se identifique con los problemas de la gente. No queremos una cultura inerte de museo o de faustos teatros oficiales, sino algo que invite a ver la cultura como una acción, que ayude a participar de un gran debate sobre el modelo cultural que queremos. Algunos de nosotros estamos ya hartos girar en la rueda cíclica y vomitamos sobre su prensa sensacionalista, los reality shows, los telediarios y sus topmodels maquilladas. Pensamos que los “andaluces de conciencia” son la llave para entrar en otro escenario que estimule la nueva primavera de la cultura andaluza porque estamos hartos de este anacrónico y gélido invierno.
La autodeterminación no es sólo una estúpida futura votación en una urna, posiblemente ni siquiera consista en eso. La cultura andaluza ha de ponerse en manos del pueblo trabajador andaluz para que este interprete el rumbo de ella. La proyección de la cultura andaluza de nuestros días es una cultura dependiente, colonizada y subdesarrollada. La cultura andaluza ha de desarrollarse positivamente y ha de ser el pueblo trabajador andaluz el que controle en sus manos el proceso de formulación del tipo de cultura que nosotros decidamos o no generar. Hoy la cultura andaluza está controlada por la dictadura del mercado y esto está en radical oposición con el derecho de los andaluces a sobrevivir como pueblo.
Ahora lo importante es que el pueblo andaluz controle el destino de su propia cultura, que no lo gestione el mercado y que podamos crear música, literatura, arte o poesía sin ser presionados por el chantaje de crear una mercancía fácilmente digerible para el consumo de masas europeo. La cultura andaluza no es un souvenir especulativo destinado al turismo, hemos de asaltar a los grandes tour operadores que han secuestrado nuestra identidad y recuperar la cultura andaluza para que nosotros podamos seguir viviéndola. Después de eso nuestras mejores bailaoras de flamenco podrán taconear con furia sobre el tablao del subdesarrollo y saldremos de allí entre aplausos y ovaciones. En ese momento las peñas flamencas, las pandas de verdiales, los trovos, las comparsas de carnavales y todos los andaluces alzaremos nuestra copa de vino al sol dando la bienvenida a la imaginación.
La estupidez humana está llena de traumas y promociona en Andalucía una “cultura española” que es grotesca, simple y vulgar. La “cultura española” en estos momentos de crisis económica celebra con grandes altavoces catódicos el que un grupo de millonarios vestidos con una camiseta roja dé patadas a un balón o que un asturiano de repetidas vueltas circulares con su coche en un “deporte” que nadie seguía hace unos años y que hoy aburre, aliena y atonta al que lo sigue. La infantilidad y la euforia ciega esconden con su paladina histeria formas fantasmagóricas de opresión que se solapan como hojas en blanco. Posiblemente si la selección española de petanca ganara mañana, veríamos pasado mañana a muchos catetos por la calle marchando presurosos a comprar un juego de petanca oficial de la Selección Española al centro comercial. Esto es absurdo y dice mucho del lánguido nivel cultural “español” así como del lugar donde los andaluces estamos encerrados. No es de extrañar así que Cervantes enloqueciera a su Quijote o que García Lorca tuviera el terrible final que tuvo a manos de los portadores de una bandera que todos conocemos.
Tampoco podemos encerrarnos en un círculo de seguridad/confianza conocido donde nos sintamos cómodos para convertirnos en andaluces nihilistas ni tampoco renunciar al viejo sueño de tirar la caja tonta por la ventana. Recordemos Tartessos o Al Andalus y celebremos nuestro cuatro de Diciembre con el orgullo de ser andaluces en un siglo que no nos pertenece porque merecemos mucho más. Tenemos una amplia herencia cultural que viene de siglos atrás donde grandes civilizaciones vivieron y recientemente nos basta con recordar figuras llenas de luz como las del pintor Amalio García del Moral, el cantante de copla andaluza Carlos Cano, el poeta Javier Espinosa Ávila, el director de teatro Salvador Távora o el cantaor de flamenco Juan Antonio Cuevas El Piki. Los andaluces tenemos que estar orgullosos de ellos pero no nos hemos de conformar con eso porque cada día hemos de vivir intensamente para superarlos.
El pueblo andaluz ha de empuñar las tijeras de la independencia y tiene que cortar por lo sano el subdesarrollo cultural. Es notorio que existe un gran potencial a nivel de pintura, poesía, música o literatura andaluza y posiblemente también a nivel cinematográfico si no tuviéramos la pobreza y miseria material que tenemos en la cultura. Estas potencialidades a lo máximo que pueden aspirar hoy es a una espontaneidad donde a veces se intuya claramente flashes de genialidad. Otra vez está ahí la dicotomía entre el “ser” y el “deber ser”. El desarrollo del “deber ser” no ayuda nada con la reconversión de viejos caciques en excelentísimos alcaldes que persiguen, criminalizan y multan el graffiti, el teatro de calle, los músicos ambulantes o los nuevos artesanos nómadas. El embrión de lo que puede desatar la cultura andaluza protagonizada por los propios andaluces es un valor democrático que es indisoluble a un proyecto de liberación nacional. En una vieja película de Jean-Luc Godard se decía: “La burguesía ha hecho el mundo a su imagen… ¡Destruyamos la imagen de ese Mundo!”.
José Herrera Bergero, andaluz de conciencia e independentista andaluz
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