lunes, 25 de febrero de 2008

Historias de la Cuarta: 21. El trabajo en la juventud

En su ciclópeo proyecte da reconstruir el movimiento comunista corrompido por la burocracia estalinista, la corriente internacionalista que personificaba Trotsky no olvida las lecciones de las juventudes revolucionaria que entre 1915 y 1921, lideraron la creación de la III Internacional.

Aunque en la mitad de los años veinte una parte significativa de los jóvenes comunistas de primera hora toman partido contra el curso burocrático, en línea generales el monolitismo burocrático le impedirá incidir seriamente en la ICJ, pero la radicalización de secto­res, de la socialdemocracia, en particular de sus juventudes, si le permitió hacerlo al menos en parte, en Francia, y en los Estados Unidos. Fruto de esta incidencia fue la creación de la Internacional Revolucionaria de la Juventud. Sin embargo, estos logros parciales no le permitieren estar a la altura de las exigencias exigidas por el tremendo periodo histórico que se abría.

Después de su período izquierdista, durante el cual la Internacional Comunista de la Juventud trató de ser el árgano independiente de pequeños partidos comunistas, vino un poderoso reflujo que impidió que la ICJ pudiera poner en práctica la política acordada en su II Congreso. La "bolchevización" la sujetará totalmente a la cúspide del partido. El triunfo del estalinismo significa la expulsión, cuando no la muerte de los llamados "trotskistas", concepto ampliamente aplicada a cualquier disidencia. Por ejemplo, en 1926 sería destituida toda la dirección del Konsomol, y al final de la década desaparecerían la mayoría da loa cuadros, estudiantiles chi­nos que estudiaban en la URSS y que se habían inclinado hacia las posiciones, de Trotsky durante la controversia sobre la revolución china da 1927. El monolitismo impidió cualquier discrepancia interna

La ocasión para un "despliegue" para las pequeñas formaciones opo­sicionistas vendrá como consecuencia de la radicalización de un sector de la socialdemocracia, sobre todo de los jóvenes que adoptaron a Trotsky como su héroe y al "trotskismo" como un polo de atracción por su rigor teórico demostrada ante el ascenso del nazismo. Se operó entonces lo que se convino en llamar el “giro francés", también conocido coma "entrismo", cuyo antecedente más relevante fue la del trabajo del minoritario comunismo británico en el poderoso Labour Party. Los prerrequisitos para esta táctica eran los siguientes: a) debilidad de la vanguardia comunista; b) importancia del sector radicalizada en el reformismo; c) persistencia de las tradiciones democráticas en éste; d) su carácter táctico pasajero…Se trataba por lo tanto de una ocasión importante que se encontraba con dos dificultades muy graves:

1) las tremendas dificultades objetivas que existían para comprender la sú­bita degeneración de la revolución rusa y el carácter contrarrevolu­cionario de su dirección presente;

2) la debilidad de una corriente que tiene que superar un doble obstáculo —la socialdemocracia y el estalinismo—, y que no ha tenido tiempo para forjar cuadros implan­tados sólidamente e n el movimiento real…

Trotsky ha de poner todo el peso de su autoridad moral para persuadir a sus amigos de la pertinencia de un trabajo en profundo en los partidos, socialistas. La ocasión resulta en Francia y en los Estados Unido», aunque no tanto en España. Aquí, a pesar de la presunta “trotskización" de las Juventudes Socialistas —se cita por ejemplo que el retrato do Trotsky ondeaba en sus locales—, la mayoría de la Izquierda Comunista rechazó la propuesta -Andrea Nin se pronunció a favor», pero quedó en minoría— y rompió con Trotsky para unificarse con el BOC. Su debilidad impidió desarrollar una política en doble sentido, por otro lado, la dirección de las Juventudes se fueron inclinando en su mayoría hacía en nuevo curso del estalinismo, lo que demostraba su notable confusión política.

En Francia, la propuesta creó desavenencias cuando se ingresa en las juventudes socialistas en 1934, desavenencias que se volverían a repetir (bajo otro ángulo) cuando en 1935 se salía para conformar entre jóvenes y adultos el Partido Obrero Internacionalista (POI). La aproximación de un sector de las Juventudes Socialistas a la oposición comunista fue facilitada por el giro hacia la derecha del estalinismo. Fred Seller, secretario de las Juventudes de la Federación Socialista del Sena cuenta que en una entrevista con dirigentes del Konsomol, estos le dijeron: "Si el hitlerismo emprende una guerra contra la, URSS, vuestro deber está en el frente. Si hacéis entonces la revolución en Francia seréis unos traidores". Poco después del pacto Stalin—Lavad, algunos miles de jóvenes socialistas se manifes­taban al grito de "¡Abajo la defensa nacional!”.

Antes de la ruptura» la tendencia revolucionaria era netamente mayoritaria y mucho más influyente (su árgano Revolution vendía tres veces más ejemplares que el oficial), pero esta correlación de fuerzas cambio después en sentido inverso. Por otro lado, la ruptura era casi inevitable ya que el sector revolucionario se negaba a permanecer en el interior de la socialdemocracia y a realizar un trabajo a largo plazo para consolidar una mayoría.

Los Estados Unidas conocieron desde 1934 un período de gran agitación social cuya expresión sería la creación de la CIO (Congreso of Industrial Organisations) con planteamientos sindicalistas revolu­cionarios. El grupo "trotskista" no dudó en entrar en la socialdemocracia que acababa (como la SFIO) de expulsar a su ala derecha. En tanto que los socialistas adultos multiplicaron por dos su influencia, los jóve­nes lo hicieron por tres. Formaron la Alianza de los Jóvenes Socialistas de mayor importancia, que el partido (el SWP desde 1938) y, que conocieron una tentación parecida a la de Münzenberg y la ICJ. La crisis se saldó con un rotundo debilitamiento de las juventudes sobre todo después de la escisión de Max Schatmann y James Burham, de manera que el SWP tuvo que adoptar el trabaja en la Juventud como algo propio del partido.

En este cuadro tuvo lugar la intervención de Trotsky que se desmarcó de algunas de las tesis de la dirección del SWP. Para Trotsky, la juventud no podía tener la misma experiencia que los adultos y sufría con mayor rigor las calamidades de las crisis políticas. Proponía una solución en la audacia de los jóvenes encontraran su propio cauce. Aunque desaprobaba cualquier tentativa da crear un segundo partido -el jo­ven—, tampoco, estaba de acuerdo con una total independencia, aunque también rechazaba cualquier actuación paternalistas de los mayores. El partido no debía de ejercer una tutela burocrática ni reproducir mecánicamente posiciones en las juventudes. Igualmente rechaza cualquier forma de división del trabajo, que atribuya a los jóvenes las faenas de base y reserve para, el equipa dirigente las tareas de dirección. Los jóvenes tienen un programa que es, en les principios, un desarrolle de los del partido, mantienen con éste una relación sólida y estrechamente coordinada. Tienen su campo propio que deben de explotar con imagi­nación, con audacia, no temiendo al lenguaje radical, expresando cla­ramente sus objetivos socialistas.

En julio de 1936 hay una conferencia de jóvenes "bolcheviques—­leninistas" , que trata sobre todo de analizar las posiciones de estalinistas, entonces preocupados sobre todo en unir a todos los jóvenes contra la guerra, en vez de prepararlo para dar una alternativa socialista a la carnicería que se avecinaba. Crítica a los socialdemócratas, cuyas juventudes se han convertido en una escuela de futuros funcionarios, y también a los "centristas" del Buró de Londres, la internacional a la que pertenece el POUM. Dos años más tarde, poco después do la fundación de la IV Internacional, se crea en las afueras de París también la Internacional Re­volucionaria de la Juventud que cuanta con 9 secciones independien­tes y con varios grupos más que trabajan como corriente en otras for­maciones. Su programa, queda explicitado en el capítulo del Programa de Transición que trata de la juventud trabajadora.

Los “bolchevique-leninistas”, confían especialmente en las nuevas generaciones para la guerra y las crisis revolucionarias que le su­cederán mientras que los mayores están marcados per la triple derro­ta (de la revolución española, del Frente Popular francés, por la ani­quilación do la vieja guardia bolchevique en la URSS), los jóvenes podrán apren­der de las experiencia, y avanzar hacia posiciones revolucionarias. Para, ello se recomienda explicar pacientemente y enseñar fraternamente. No obstante, el abismo, de la guerra hará esta, hipótesis impo­sible. La mayoría de jóvenes trotskistas perecerán bajo la represión nazi— fascista, cuando no exterminados por el estalinismo. Esta es ya otra- historia, por cierto, muy poco conocida que comenzará a cobrar nuevamente vida en la mitad de los años sesenta con la revolución cubana, la solidaridad con el Vietnam, y la emergencia con las nuevas vanguardias juveniles.

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