Entrevista con Gustavo Duch Guillot, presidente de “Veterinarios sin Fronteras"
"La Unión Europea hace todo lo posible para profundizar en el modelo de agricultura intensiva y en pocas manos, y lo está consiguiendo"
Salvador López Arnal
El Viejo Topo
Tomando como base investigaciones recientes de Naomi Klein, Gustavo Duch Guillot, presidente de “Veterinarios sin Fronteras”, señalaba en un reciente artículo que podía afirmarse, sin posibilidad de error, que el Banco Mundial era tan prestigioso como prestigioso fue el presidente dimitido. A Wolfowitz se le vieron sus calcetines agujerados, porque tanto él como la institución que presidía son especialistas en el arte del disimulo. “En la misión encomendada al BM de privatizar todo lo privatizable”, señalaba Duch, “el BM encontró en países en desarrollo aliados especialistas también en dicho arte: entregaban las empresas públicas y ellos se llenaban los bolsillos como el dictador Pinochet, que acumuló más de 125 cuentas bancarias”. El BM enseña unas cosas y hace otras: "Bajad vuestras barreras comerciales, que nosotros mantendremos las nuestras levantadas". No es el único caso. El BM obligó a cancelar las becas para estudiantes en Ghana a cambio de un préstamo para el desarrollo. Para prestar ayuda en las devastaciones del huracán Mitch, puso como condición la privatización del sistema de telecomunicaciones. Exigió flexibilidad laboral tras la catástrofe del tsunami asiático en Sri Lanka. Impulsó la eliminación de subsidios alimentarios tras la invasión de Irak. Dejó de transferir 100 millones de dólares que tenía comprometidos con Ecuador porque el país osó gastar una porción de sus rentas petroleras en salud y educación. Wolfowitz dimitió, el BM debería dimitir también. La conclusión de Duch es razonable. Su petición también. Para comentar estas y otras actuaciones inconsistentes de las grandes instituciones y otros temas de rabiosa actualidad, El Viejo Topo ha hablado con él.
¿Cuáles son las finalidades de “Veterinarios sin fronteras”, organización que usted preside?
Una. Estar al lado de los pequeños campesinos que –aún- habitan el planeta y alimentan al mundo, colaborando con sus propias iniciativas de desarrollo local y de defensa y reconocimiento de sus derechos: derecho a producir sus propios alimentos, con modelos de producción apropiados y teniendo acceso a los recursos que lo hacen posible, tierra, agua y semillas.
Nos gusta utilizar un símil. Los campesinos de hoy, dentro de una economía globalizada, son los ciclistas colistas del pelotón. Por delante van las grandes corporaciones de la alimentación, que se aprovechan de las reglas (o la ausencia de ellas) que dictamina las políticas capitalistas. Muchos de estos campesinos se organizan, plantean alternativas para ganar terreno, o para tomar otro camino. Ellos llevan el manillar y marcan cual es la dirección a tomas, ellos pedalean, sudan, … y Veterinarios Sin Fronteras es ese espontáneo que corre junto al ciclista un buen trayecto juntos, que con cuidado para no hacerle caer le empuja y le entrega agua para sus próximos kilómetros. Somos los aguadores.
Le pregunto por tres conceptos de rabiosa actualidad. Transgénicos: ¿qué opinión le merecen?
No soy un experto en el tema. Podemos discutir sobre sus riesgos ambientales (aunque la contaminación cruzada es peligrosamente evidente) o sobre la salud humana, pero lo que nadie discute, es que en la agricultura capitalista el transgénico es una vuelta de rosca más que apuntala el sistema: apuntala el monocultivo que agrede a la biodiversidad y a las familias campesinas, al tiempo que concentra el control de las semillas en las grandes corporaciones responsables de las crisis rural en Latinoamérica y Asia.
La aparición en escena de los transgénicos ha sido a mí entender un elemento clave para la creación y articulación de un movimiento como la soberanía alimentaria. Los OGM reactivaron a los movimientos campesinos que en diferentes puntos del planeta observaron, casi a la vez, que les acechaba una nueva agresión sobre su agricultura. De la misma forma asociaciones de consumidores, asociaciones ecologistas y ONGD hemos advertido sus peligros para finalmente confluir agricultores y ciudadanos en movimientos como la Plataforma Rural en el Estado español defendiendo un mundo rural vivo.
Pero recientemente ha habido una declaración de ciento veinte científicos españoles a favor de los transgénicos. Apuntan en su manifiesto que no existen argumentos científicos en contra del uso de estos alimentos. ¿Qué la perece estas consideraciones?
Por cada declaración a favor de los transgénicos al menos hay una en contra. Los científicos e investigadores se contradicen en sus efectos sobre la salud humana y sobre el medio ambiente. Ante las dudas debería de valer el sentido de la precaución, pero éste es un concepto prohibido en la economía capitalista, que prefiere hablar de riesgo: capital riesgo, cobertura de riesgo, riesgo financiero, etc.
Agrocombustibles, biocombustibles. ¿Está a favor de esta fuente de energía? ¿Cree que es una salida razonable para ir más allá de la economía de los combustibles fósiles y situarse razonablemente en la economía del futuro?
Hay tres grandes reflexiones que debemos hacernos para evaluar esta alternativa. La primera en un plano ideológico. No podemos hablar de energías alternativas sin encarar el debate del excesivo uso energético de nuestro modelo de civilización. Unos pocos países consumimos energía en exceso privando de recursos energéticos a otros seres de la tierra y a las próximas generaciones. Las alternativas mágicas desvían la atención sobre este punto elemental de partida. La segunda en el plano técnico. De nuevo los expertos no se ponen de acuerdo en el balance energético de los agrocombustibles, no está claro qu e tengan un balance positivo. Es decir, hay estudios que explican que se gasta más energía en el cultivo de las semillas y en su procesamiento posterior que el rendimiento energético que después se obtiene. Y por último en el plano ecosocial. La tierra cultivable es un bien cada vez más preciado que va en retroceso, y no es un bien renovable como podemos pensar. Castigando a la tierra con cultivos excesivos –como se necesitarían para cubrir el consumo de biocombustibles que se está proyectando- quedaría infértil por muchos años. Las proyecciones de EEUU y la UE de uso de biocombustibles obligan a la importación de la material prima de países del Sur, con lo cual se repite la historia que Galeano relata en El Rey Azúcar y otros monarcas. La expansión de nuevos monocultivos (soja, maíz o palma aceitera) que como ocurrió con el azúcar, algodón, cacao o café, es controlado por oligarquías locales y multinacionales, que expulsan al pequeño campesinado de su territorio o lo convierten en jornaleros con salarios y condiciones miserables. La historia ha dejado bien claro que es un engaño pensar que un país podrá desarrollarse en base del monocultivo de materias primas.
¿Cree usted que existe alguna relación la reciente subida de la tortilla de maíz en México con la apuesta de la administración Bush por esta fuente energética?
Sí, lógicamente. EL precio de los cereales, ante la demanda para su uso como biocombustible, ha subido en todo el planeta. La propia FAO ha quedado aterrorizada de este aumento. Países como México, que con el TLCAN [Tratado de libre comercio de América del Norte] cedieron, desincentivaron el cultivo de maíz por parte de sus agricultores locales, dependen ahora de la importación del maíz… que pagan mucho más caro. Estamos poniendo a competir el precio de la tortilla de maíz, o el precio del pan, con el precio de la gasolina. ¿Quién tiene más poder adquisitivo para paga r por el maíz, el ejecutivo con su Toyota 4x4 o los indígenas de Chiapas, por ejemplo?
Usted ha usado en alguno de sus artículos “triple alianza” del siglo XXI. ¿Qué elementos componen esa alianza? ¿Qué se ha pactado en esa alianza?
El término “triple alianza” lo planteo Joao Stedile, líder del MST de Brasil, para explicar una posible confabulación corporativa de primer orden. La alianza entre las agroindustrias que controlan el sector de las semillas y sus pesticidas, las petroleras y las empresas automovilísticas. Con una buena promoción del uso de los agrocombustibles para la automoción nadie planteará en serio la reducción del uso de los automóviles, se reactivará el negocio de la venta de autos, las petroleras (que controlan el proceso de transformación del aceite en diesel) seguirán con el negocio, y la materia prima, maíz y soja principalmente, engrosará los bolsillos de Monsanto, Syngenta y compañía. La triple alianza cuenta con un mensajero de esta buena nueva, el Presidente Bush, que ha recorrido América Latina, estimulando la dedicación de tierras al cultivo de agrocombustibles para la exportación.
Curiosamente en marzo de este año escribí un artículo en El País sobre esta posibilidad tenebrosa, y a los cuatro días, en el primer artículo de Fidel Castro después de su enfermedad, recogía ya la existencia de una reunión entre las compañías automovilísticas y Bush
Hablaba usted antes de soberanía alimentaria. ¿Podría definir esta noción? ¿No es una forma algo trasnochada de nacionalismo agrícola?
Le responderé las dos preguntas a la vez, porque la Soberanía Alimentaria es muy vigente -desde mi punto de vista- en cuanto plantea la recuperación del control de la agricultura por parte de los propios agricultores, ganaderos, pescadores, en un momento, que por primera vez en la historia, todos los trabajadores de la tierra o del mar, son sujetos de ser convertidos en títeres manejados desde centros muy lejanos. Desde este principio debemos entender la Soberanía Alimentaria, no desde ningún nacionalismo que se preocupa exclusivamente de su territorio (aunque Chirac ha pervertido el concepto en alguno de sus discursos).
El campesinado demanda recuperar el control agrícola para asegurar un mundo rural vivo, alrededor del cual se hace posible una vida más sostenible y solidaria. Porque se puede practicar una agricultura de mínimos insumos e integrada a la propia naturaleza (como le corresponde) y diversificada que puede perfectamente alimentar a las poblaciones locales, sin generar comercio de alimentos innecesario que además de ser un factor significativo del calentamiento del planeta, provoca bajo el prisma neoliberal, la competencia desalmada entre los pequeños campesinos de todo el mundo. Hoy, sin que lo sepan, los huertos marroquíes de tomates están compitiendo con los conucos dominicanos, por ejemplo.
El paradigma de la Soberanía Alimentaria asegura la alimentación del planeta para las generaciones actuales y venideras, haciendo posible habitar con dignidad en el mundo rural. Pensemos que el 70% de las personas que pasan hambre, y esta es una paradoja difícil de entender, viven en el medio rural, el espacio de producción de alimentos.
La pregunta es muy general, demasiado general, lo admito. Pero, ¿cuál es en su opinión la situación del movimiento campesino en el mundo? ¿Cuáles han sido la conclusiones de la reunión de Sélingué?
Como decía anteriormente, entiendo que en los últimos 15 años, las resistencias más firmes al sistema neoliberal nos han llegado desde el medio rural. Los movimientos estudiantiles, sindicales o barriales se han ido acomodando. La bofetada para que nos despertemos ha llegado desde el campo que cómo poblaciones más afectadas por el sistema manda mensajes claros: “el campo no aguanta más” “globalicemos la lucha, globalicemos la esperanza” “por un mundo rural vivo”. Rebelión frente a un modelo capitalista que genera pobreza, aumenta el hambre, destruye el medio ambiente. Es decir, pienso, que desde el punto de vista histórico los movimientos campesinos son muy relevantes. Existe también a nivel planetario una fuerte unidad conceptual, de discurso, entre los diferentes movimientos campesinos, que le da solidez al movimiento, aunque, sus fuerzas, lógicamente, son bien diferentes según continentes.
Esta diversidad “estructural” que no “ideológica” ha sido una de las constataciones de Sélingué. Conociéndolas es más fácil abordar la estrategia colectiva a favor de la Soberanía Alimentaria. Recordemos que en Sélingué, además del campesinado estaban presentes representantes de los pueblos indígenas, de grupos ecologistas, consumidores críticos, pescadores y pastores, y algunas ONG internacionales.
¿Ha surgido alguna estrategia tras esa reunión?
LA estrategia ha quedado sintetizada en tres conceptos:
Promover acciones locales y globales a favor de la soberanía alimentaria, tanto en el plano de la construcción comunitaria de experiencias como potenciar los mercados locales, propuestas agroecológicas, recuperación del conocimiento, etc. como en el plano político de lucha por recuperar soberanía para los pueblos campesinos como el acceso a los recursos productivos, tierra, agua y semillas.
Resistir al modelo agrocapitalista, identificado en las políticas e instituciones neoliberales que junto con las grandes corporaciones de la cadena alimentaria y,
Fortalecer los movimientos por la soberanía alimentaría y sus alianzas.
En cuanto a los supermercados y a las grandes superficies, ¿qué papel juegan en la distribución en alimentos? ¿Cómo valora usted ese papel?
Como comentaba anteriormente, uno de los campos donde más “éxito” y avances ha tenido la globalización ha sido el sector agrícola: una sólo economía agrícola para todo el planeta. En la cadena alimentaria, entre el productor y el consumidor, cada vez quedan menos agentes. Los grandes productores son a su vez los grandes transformadores, el pequeño intermediario sectorial está desapareciendo, las semillas se unifican, etc… y peligrosamente se concentra el poder de la distribución en muy pocas manos. En España un 80% de las compras se hace ya en grandes superficies, y de estas más del 50% son en 5 grandes empresas. Estos monstruos s.a. se han convertido en los compradores exclusivos de los productores de alimentos, y en los vendedores únicos de dichos alimentos. Las consecuencias sobre el consumidor las conocemos to dos, como “buenos consumidores que somos”. Yo quiero destacar, además, la gran capacidad que tienen frente a los productores. Marcan los precios con total impunidad y favorecen un modelo de agricultura, con lo que son responsables en gran medida de la desaparición del pequeño campesinado. Son los destructores del medio rural, de los países centrales, y también de la periferia. TEsco, Carrefour o Wal Mart, pueden comprar en cualquier rincón del mundo, induciendo vía competitividad- a convertir tierras cultivables en maquilas de la alimentación, para vender en cualquier destino.
Cambio de tema. Usted ha usado en alguna ocasión en concepto de “refugiado ecológico”. ¿A qué se ha querido referir con ello?
El término de “refugiados ecológicos” ha sido definido por las Naciones Unidas para referirse a los más de 25 millones de personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares porque a su alrededor, la degradación de la naturaleza, la sequía, las inundaciones o la desertización hace imposible la vida. Para mi insuficiente, porque de nuevo, nos olvidamos que en nuestro ecosistema, los seres humanos, somos también responsables de su degradación y consecuencias. Es decir, deberíamos considerar también como “refugiados ecológicos” a familias o pueblos que ha sido directamente la mano del hombre la que ha destruido su ecosistema … y la cifra de NNUU aumentaría lastimosamente. Pienso por ejemplo en los habitantes de los barrios argentinos rodeados de campos de soja –por los cuatro costados- que pueden optar por: sufrir las consecuencias de las fumigaciones o por sufrir las consecuencias de la emigración.
De todas formas, sólo definiendo realidades no se solucionan las cosas.
¿Cree que la ciudadanía puede intervenir de alguna forma contra este injusto y suicida crecimiento en el que estamos inmersos? ¿Qué puede hacer? ¿Cómo ?
Hay mucha información al alcance de todos nosotros como para adoptar medidas individuales en nuestro día a día, en nuestro consumo, para pasar por el mundo dejando –desde el punto de vista destructivo- la menor huella posible. Quizás añadir algunos aspectos referidos a nuestros hábitos alimentarios.
El consumo de carne excesivo, hiperhamburguesas por ejemplo, además de poder tener efectos sobre nuestra salud, es muy poco respetuoso con el medio ambiente. La ganadería actual ha adoptado un modelo intensivista que supone la generación de muchos residuos en el lugar de engorde de los animales, y la ampliación de la frontera agrícola en los países del Sur, para ganar tierras a la selva y a los bosques donde se cultivarán los cereales y oleaginosas que alimentarán al ganado.
También debemos estar atentos a la procedencia geográfica de los alimentos. Nos sorprenderíamos si contabilizáramos los kilómetros que han recorrí do los alimentos que nos llevamos a la boca. Consumimos perca del Nilo, con el nombre fraudulento de mero, que llega del lago Victoria en África, gambas de Ecuador o India, merluza y calamares de Argentina, frutas de Chile… y un largo etcétera de kilómetros de contaminación fácilmente evitables, optando por una alimentación local y de temporada. Incluso en los alimentos etiquetados como ecológicos, en ocasiones llegan de países muy lejanos, por lo que poco ecológicos son. ¿No?
Usted ha escrito recientemente algo así como lo siguiente: “Con el cambio de los climas, los salmones salvajes cada vez tendrán más dificultades para sobrevivir en libertad. Los osos polares pasarán largas temporadas dedicando mucho más tiempo a buscar salmones que comer. Los pescadores artesanales sufrirán pena por la desaparición del salmón salvaje, lástima por los osos y, como ellos, dedicarán mucho más tiempo a buscar pesca para alimentar a sus familias. Las mujeres de los pescadores artesanales sufrirán pena por la desaparición del salmón salvaje, lástima por el oso y apoyarán a los hombres que dedicarán mucho más tiempo a buscar pesca para alimentar a sus familias, mientras tendrán que incrementar aún más sus jornadas para suplir el ingreso y alimento procedente de la pesca. En África las mujeres de los pescadores artesanales se verán obligadas a recorrer distancias cada vez mayores para cargar latas de agua. En África las hijas y los hijos de las mujeres de los pescadores artesanales morirán masivamente de hambre. En algunos rincones del planeta, hombres y mujeres, sufrirán pena por la desaparición del salmón salvaje, lástima por el oso, compasión por profesiones tan meritorias como la de pescador, solidaridad con el drama de las mujeres africanas y rabia por la muerte de tantos niños y niñas. Encenderán el aire climatizado para sofocar tantos calores”. ¿Es éste un ciclo inexorable? ¿Cómo salir de él?
En Guatemala le dirían ¿saber? En los últimos años se ha avanzado significativamente en la generación de conciencia ecológica y solidaria entre la ciudadanía. Pero es preocupante que las soluciones que se apuntan señalan sólo al ciudadano como consumidor, generando conciencia con tintes de culpabilidad, eso no es transformador. Nos olvidamos del ciudadano político. Los homo consumidores debemos usar mínimamente los aires acondicionados, de acuerdo, pero hay que reivindicar al homo politicus para exigir cambios políticos. Por ejemplo regulaciones en la compra y uso de estos aparatos.
Finalmente, ¿cuál es la situación de la agricultura española en estos momentos en su opinión?
La UE hace todo lo posible para profundizar en el modelo de agricultura intensiva y en pocas manos, y lo está consiguiendo: producciones muy mecanizadas, sin mano de obra, que expulsa campesinos del medio rural a la vez que –con sus exportaciones a precios subvencionados- hace competencia desleal a los pequeños campesinos del Sur. La dirección es clara y el destino final ya se puede percibir: un campo sin agricultores ni ganaderos, donde la agricultura familiar de pequeña escala y sostenible es una utopía.
Utopía que por cierto pretenden hacer realidad movimientos muy diversos agrupados bajo la Plataforma Rural. Un espacio de encuentro de las agrupaciones de campesinos que defienden el modelo familiar, de consumidores críticos, de organizaciones ecologistas más ONGD, para hacer frente a los agronegocios revitalizando el tejido rural, también desde la formación, el arte y otras expresiones culturales.
lunes, 15 de octubre de 2007
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