¿Quién no ha preguntado alguna vez a un crio de entre cinco y diez años qué quiere ser de mayor?. Solemos esperar una respuesta simpática, Miguelito responde que policía, Raulito que médico, mi hermano Edu quería ser bombero. Las elecciones suelen ir unidas al impacto visual que causan los uniformes en los peques, y los padres acostumbran a animar a que continuen con esas vocaciones, siempre y cuando sean lucrativas. Pero, ¿qué pasa con Antoñito?. Antoñito quería ser rey de España, y ¿por qué no?, nada más lucrativo que rey de cuarenta millones de personas.
Antoñito sin saberlo pretendia ejercer su derecho democrático que recoge el 2º articulo de la constitución española, “todos los españoles tienen derecho a un trabajo digno ...”
Bien, pués ni Antoñito, ni usted, ni yo gozamos de ese derecho en condición de igualdad, porque no podemos optar a desempeñar el “trabajo” de reyes de España, y Antoñito, probablemente usted, y yo, queremos vivir en una casa de cuatro millones de euros como la que le hemos regalado al principe junto a La Zarzuela, vacaciones gratis por todo lo alto en Ibiza, y un par de yates como los que disfrutan la familia real, y lo mejor de todo, trabajar tanto como ellos.
Todo ese despilfarro no es un problema grave, de momento se lo pueden permitir nuestros bolsillos, y el rey lo poco que trabaja puede que no lo haga mal del todo, la verdad sea dicha, pero, ¿qué pasará si la infanta Leonor nos sale tan resultona como su tia Elena, o si se enamora de alguien tan avispado como sus tios Marichalar o Urdangarín, nos representaran igual de bien que el abuelito Juan en el mundo entero?
Ahí nos daremos cuenta de lo ridículo y anacrónico de la monarquía en los tiempos que corren. Por no hablar de lo frustrante que resulta no poder rechazar la herencia que en su testamento nos lego el tirano dictador fascista, ¿o acaso a usted le preguntó algún albacea a modo de elecciones democráticas que modelo de estado quería para usted, sus hijos y nietos?
No nos preguntaron, iba todo en un mismo paquete, o esta constitución o ninguna, o volvemos a lo anterior y a fastidiarse todos. No, no es que seamos borregos, no quedaba otra, había que elegir el menor de los males.
Yo por mi parte, solo rindo vasallaje a los reyes magos, que viene a trabajar lo mismo pero al menos me traen regalos, y seguro que Antoñito estaría de acuerdo conmigo
Xuanxo Bardibia / Juanjo Valdivia
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